La Oficial Florencia Arroyo con Matías, el bebé
Solemos pensar que las cosas ocurren producto de la casualidad, pero en esta historia Dios puso su mano protectora. El domingo 15 de octubre fue el Día de la Madre, y a la Oficial de Policía Florencia Arroyo (24), que vive en Escobar, le tocaba cumplir funciones en la Comisaría de la Mujer que se encuentra en Belén, lugar donde se reciben denuncias por maltrato y violencia doméstica contra las mujeres. Cuando la joven llega a su lugar de trabajo a las dos de la tarde se encuentra con un panorama que le causó algo de sorpresa: un hombre de mediana edad sostenía en sus brazos a un bebé de corta edad (un mes) el cual no paraba de llorar y quejarse, al punto de quedar disfónico: “esta mañana la madre me lo trajo adonde yo estoy viviendo, me dijo que me haga cargo porque lloraba mucho”, fue la escueta explicación que dio el padre de la criatura, de condición humilde, con una mezcla de vergüenza y resignación. Florencia, la mujer policía, siguió preguntándose el motivo de tanto llanto, notando que esta persona tenía un moretón en el brazo, seguramente producto de la succión del bebé, por lo que quiso saber si había recibido la alimentación correspondiente: “le dí esta mañana una mamadera chiquita, con leche común y se la tomó toda”, fue la respuesta, que no conformó a la oficial, quien, solicitando el permiso del padre, tomó a ese bebé entre sus brazos y comenzó a hacerle masajes suaves en un cuerpito que tenía pocas semanas de vida. En ese instante, y aprovechando su condición de madre (tiene una hija de un año) esta mujer le preguntó al señor si no le molestaba que intente amamantarlo, intuyendo que el hambre sería la causa más probable de su queja interminable: “me dijo que por supuesto que sí, que me lo agradecía enormemente y noté que se le llenaron los ojos de lágrimas”. Inmediatamente, Arroyo buscó un asiento, y levantándose la remera puso al bebé en posición horizontal, produciéndose el milagro que sólo una madre puede lograr: “se prendió con todo, empezó a tomar de una manera desesperada, yo sentí algo especial en ese momento, me puse a llorar con una mezcla de emoción y pena, y al levantar la vista noté que el padre seguía llorando sin consuelo; el bebé continuó en lo suyo y se mantuvo así por quince minutos, luego se tranquilizó y después de mirarme fijamente por varios minutos, se dormitó. Fue un momento duro pero gratificante al mismo tiempo, nunca pensé que me pasaría algo así, y lo volvería a hacer si fuera necesario”, comentó emocionada esta joven que estaba viviendo esta experiencia, nada más ni nada menos que… en el Día de la Madre!, amamantando a un hijo que no era suyo.
Al cabo de unos minutos, ya más distendida, contó: “pude averiguar que el bebé se llama Matías, me quedé pensando que durante mi embarazo creíamos con mi marido que yo iba a tener un varón, compré todo con motivo varonil y al final… fue una nena; pero ésto que me pasó fue una paradoja que me mandó Dios, sin dudas”.
Finalmente, el bebé fue devuelto a su casa y se sabe que está bien, quedando para el ámbito legal los detalles de las actuaciones que corresponden a estos casos. Ocurrió en Escobar, el Día de la Madre, quedando demostrado, una vez más, que el amor de una madre, en la circunstancia que sea, es uno de los gestos más profundos, salvadores y conmovedores de nuestra existencia.
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